viernes, 27 de diciembre de 2013

Literatura


Ha pasado mucho tiempo, he experimentado una gran variedad de cosas, de hechos, de situaciones... siempre he estado en la mente del ser humano, he existido desde que pudo plasmar sus pensamientos en un soporte, fuera el que fuese, siempre he ayudado a los hombres a expresar sus sentimientos, como mis hermanos la música o el arte, nos consideramos trillizos al nacer a la vez en la mente humana, somos aquellos que apoyamos la expresividad y el sentimentalismo. He estado con gran presencia en la vida de los humanos, los veo nacer, crecer y morir, y gracias a ellos soy eterna, pues me mantienen viva con su imaginación, con sus ideas, con su pasión por ser padres de algo nuevo y original que también los lleve a la fama y a la inmortalidad.

Soy aquella que, como los dioses, otorga reconocimiento e inmortalidad a mis queridos "hijos", tengo divinidades que con sus hálitos inspiran la mano de aquellos que poseen el don de combinar las palabras para crear algo nuevo, los amparo con mi bendición porque ellos me hacen más fuerte, porque gracias a ellos yo soy eterna, siempre estaré en el corazón de los hombres, seré una mujer joven portando una pluma en la mano, con un vestido que alcanza las rodillas, que llega al suelo, que se arrastra o muestra parte de los muslos; puedo llevar también un traje con pantalón, pelo corto o largo, con gafas o sin ellas... tantas facetas tengo como quieren los humanos, tantas como su imaginación se lo permita. 

Me alimento de sus sentimientos, soy el vehículo de sus emociones, soy etérea para ellos, pero tengo un cuerpo concreto y soy como su sombra. Mi bendición también recae sobre aquellos que leen a mis nietos, las creaciones de mis hijos, que se llaman a sí mismos escritores. No puedo evitar sonreír ante esas creaciones, pues un sentimiento de emoción me embarga, pienso en que a pesar de los siglos todavía puedo vivir un día más, un año, un siglo... aunque se hace pesado en verdad. Siento lástima por mis hijos que desaparecen, cuya alma se escapa de sus cuerpos, mientras yo sigo lozana e igual a como nací. La inmortalidad tiene esa carga, esa maldición, y una sonrisa amarga nace en mis labios cuando leo o escucho a personas que desearían ser eterno... pero no lo deseo de esta manera. Ver cómo tus seres queridos mueren mientras tú sigues como siempre, no es nada agradable, y por eso mismo otorgo a los humanos una inmortalidad mucho más placentera: su cuerpo muere y se marchita, queda sepultado en el suelo, la gente no recuerda eso; pero sus obras, mis nietos, permanecen en el recuerdo y en la vida de los demás, y por relación queda en el recuerdo de las personas, y llegan a ser eternos. Se puede conseguir también por la sangre o por actos políticos, pero lo que yo ofrezco es mucho más pacífico y tranquilo. 

 Como toda madre tengo a mis hijos predilectos, mis ojitos derechos, los que más prestigio me han dado. Observo con no cierta curiosidad como algunos de ellos ejercen influencia mutuamente, o compiten, se lanzan halagos, sin causar mal a ninguno, considerándose iguales al tener como objetivo hacerme eterna. Muchas facetas de mí han empleado, aunque he observado que también va un poco por lo que ellos denominan moda, por los gustos de los lectores u oyentes de mis nietos, al igual que mi corazón se llena de tristeza al rechazar la sociedad a algunos de los hijos más ingeniosos que he visto en mi larga vida, y yo no poder hacer nada salvo conservar su recuerdo. Yo los considero genios, y me resulta extraño que los humanos no lo consideren así, pues ¿acaso mis hijos no inventan cosas nuevas a partir de unos materiales y herramientas, que son la imaginación y las palabras? Muchos idiomas existen, pero la forma de crear vida es siempre la misma, el mecanismo es igual. Ojalá existiera un lenguaje universal de entendimiento para todos, aunque me sepa todos los idiomas, me gustaría que hubiera más unión entre mis nietos.

Yo no escojo a los que yo llamaré hijos, sino que ellos me buscarán a mí y me denominarán como su madre y protectora. La inspiración y el amor por las letras, por esa parte de mi ser, la desarrolla cada ser humano, poseyendo todos en su interior la semilla de la imaginación y de las letras, en igual grado, en estado de letargo. Esa semilla eclosiona en unos pocos, aquellos que se ven atraídos por mí, aquellos que me ofrecen sus votos de fidelidad pase lo que pase, hasta el final de sus vidas; solo aquellos que me juren esa fidelidad podrán ser considerados mis hijos. Pueden ser más hábiles o menos en el arte de las letras, pueden dominar en mayor o menor medida la combinación de las palabras, pero siempre serán amados por mi persona. Es cuestión de los mortales decidir quiénes son los "más digno de recuerdo", aunque en numerosas ocasiones no coinciden con mi opinión.

Mis hermanos son la música y el arte, me complementan al igual que yo les complemento a ellos. Mi hermana la música es mucho más analítica, más cuadrada, que le gusta que todo esté en perfecto orden. Es la mandona de los hermanos, inspira a los humanos organización y análisis de todo lo que les rodea, ayuda a transmitir los sentimientos mediante sonidos armoniosos, y tiene tantas facetas como yo misma, gracias a la inventiva de los mortales. Solemos estar siempre juntas, somos hermanas con un vínculo especial, pues en numerosas ocasiones tenemos hijos y nietos comunes. Desde que tengo memoria clara, en algunos momentos de la Historia, nos acompañamos mutuamente y yo recito mientras ella toca instrumentos para acompañar mis palabras. Nuestro hermano, Arte, es mucho más extrovertido y misterioso a la vez, no se deja llevar por nada ni nadie, es intrépido y atrevido, ayuda a los humanos mostrar sus sentimientos y emociones mediante la pintura, con pinceladas suaves o enérgicas, entendibles o incomprensibles. Nuestro hermano está algo más separada de nosotras, pero al menos yo le sigo queriendo por ser mi hermano.

Tengo que añadir que tengo otros hermanos, o debería llamarlos mejor hermanastros, pues nacen también en la mente del ser humano, pero son mucho más analíticos y fríos, no expresan sus sentimientos como lo hacemos nosotros, y digamos que sus hijos son algo más presuntuosos y se les da un papel en la vida mucho más relevante que a nosotros. Pero tampoco soy quien para criticar a nadie, vive y deja vivir, dicen. 

Siempre que pienso en esto, me viene el mismo pensamiento, una frase de uno de mis hijos, Graham Greene, escritor inglés:

Escribir es una forma de terapia. A veces me pregunto cómo se las arreglan los que no escriben, los que no componen música o pintan, para escapar de la locura, de la melancolía, del terror y pánico inherente a la condición humana.

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