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jueves, 12 de marzo de 2015

Infancia. II: Nunca perdonar, nunca olvidar

El mundo cambió a partir de aquella noche. El comportamiento de Victoria se calmó de repente, ante el asombro de todos los sirvientes y de sus institutrices. Ahora era atenta, cumplía con las órdenes, era sumisa y no causaba más problemas. Sus escapadas nocturnas habían desaparecido, ya no pasaban por su cabeza, simplemente se dedicaba a observar la luz de la luna hasta que sus ojos se cerraban por sueño. A pesar de todo, seguía manteniendo ese porte orgulloso, de una auténtica Beaufort; su ego estaba por encima de todo aquello. Su padre estaba más que complacido con ella, pensaba que había asentado de una vez la cabeza, y poco a poco su mente iba planificando su futuro: estudiar en las mejores escuelas, aprender los modales aristocráticos, ser despiadada y directa en sus objetivos, letal con sus enemigos... y fiel ante los amigos, aunque fuese de una manera un tanto peculiar. Nada de mostrar afecto, signo de debilidad para Jonathan, ni siquiera hacia él, que era su padre. Implacable como una tormenta, sigilosa como un gato, que nadie supiera en qué estaba pensando, ni siquiera tenían que intuir sus movimientos. Parecía que iba a prepararla para ser una espía o un soldado de élite, pero eran los requisitos básicos para mantener el poder de la familia en un mundo tan competitivo como era la aristocracia inglesa.

jueves, 23 de octubre de 2014

La infancia. I: Tensiones familiares

Era el condado de Sussex, una zona rica en agricultura, donde se encontraban los últimos resquicios de la vieja aristocracia. Ese estamento social que estaba abocado a la destrucción. Ancianos que se consumían en sus recuerdos del pasado, en un mundo en el que ellos eran los reyes, que tenían todo el poder, y en el cual los plebeyos -una gran mayoría-, bailaban a su son; casas enormes, con jardines inmensos y un grupo de sirvientes tan numeroso como la cubertería de plata y las copas del más fino cristal; el aullido de los perros de caza, la equitación, los chismorreos, el qué dirán, la competición por quién tenía más dinero... un mundo que aparentaba ser perfecto, pero que en realidad  era una tapadera de oro que escondía los peores sentimientos y comportamientos del ser humano: destruir o ser destruido. Y si las generaciones venideras al menos hubieran tenido una educación diferente, enraizada en unos valores más acordes a la nueva era que se avecinaba... pero esa es otra característica de la aristocracia, los cambios les abruman y asustan como ni una otra cosa en este universo, lo consideran una amenaza en grado sumo, algo que no les conviene en absoluto y que deben eliminar como sea. La aristocracia en Inglaterra aún tiene bastante poder, pero no tanto como hace unos cuantos siglos. Estas nuevas generaciones crecen en la opulencia, se convierten en seres engreídos que creen ser mejores que los de la "clase más baja que ellos", empleando palabras tan arcaicas como proletarios o plebeyos, vocablos que se emplearían en el S.XIX, pero para nada se escuchan en boca de los habitantes del S.XXI. Otra forma más de anclarse en el pasado.