Hay días en los que, a pesar de
haber un sol radiante en el cielo, a pesar de que todo parezca estar a
mi favor, no haga más que ver el lado oscuro de las cosas, ser lo más
agorera posible. Es en aquellos momentos, en los que la vida no tiene
ningún sentido, que piensas seriamente en morir, en que no tiene sentido
seguir viviendo. ¿Para qué? Las guerras, la sociedad cada vez más
corrompida, políticos que pierden el control de sus respectivos
gobiernos, dolor, tristeza, hambre, desastres climáticos... cuando una
tiene estos días negros, parece que solo hay malas noticias, que los
hechos por los que merece la pena continuar ni siquiera existen.
"Tienes
que sonreír más, mira el lado positivo de las cosas". Eso es lo que
suelo escuchar de tus labios, mientras una sonrisa de ánimo y burlona
aparece en tus labios. Es en esos momentos, cuando me siento tan mal
conmigo misma y con el mundo, que te mandaría a paseo pensando en que
con tu felicidad tan exuberante no es necesario que esté a tu lado, que
no estoy de humor para estas cosas, que no entiendo cómo puedes tomarte
las cosas de una forma aparentemente tan desenfadada. Siento envidia de
eso, ojalá yo fuera así.
Me
siento estúpida cuando pienso que no soy más que una persona normal,
tirando siempre a lo bajo, que no vale para gran cosa y que se ve miles
de defectos y apenas virtudes. Entonces pienso también, ¿qué tengo yo de
especial?
Cuando
ya llegas a un momento de acumular todo tipo de disgustos, de noticias
malas o neutras, cuando te das cuenta de que tu vida es monótona y
rutinaria, que pocas cosas hacen de ella algo más especial, estallas en
lágrimas, tu orgullo se aparta a un lado y no puedes evitar derrumbarte.
Llorar no es fácil, piensas que haces el ridículo y que la otra persona
en el fondo se está riendo de ti -estos pensamientos no son exclusivos
de los hombres, las mujeres también piensan así -, o que por culpa de tu
debilidad, de no saber sobrellevar lo que te sucede, haces que la otra
persona caiga contigo, se entristezca y no pueda soportar verte así, al
igual que puede inundarle un sentimiento de arrepentimiento, al creer
que por su culpa tú te encuentras así.
Las
lágrimas siempre están ahí, esperando el momento más oportuno para
florecer y nublarte la vista, así como el pensamiento. Tras estallar en
lloros, siempre se dicen cosas de las que luego uno se arrepiente, se
hiere a la persona que se quiere, se ataca sin piedad a aquel que está
intentando tranquilizarte y traerte de nuevo la sonrisa. Cuando uno
vuelve a la normalidad, se respira con mayor calma y se empieza a pensar
con más claridad, uno se da cuenta de todo lo que ha dicho. Y llega el
arrepentimiento.
"Estoy
aquí para que te desahogues", eso me dices mientras yo no puedo
abrazarte ni tampoco tocarte, por la propia vergüenza que siento. Y sé
que me dices eso con toda tu buena intención, pero no sabes a lo que te
expones. Puedo herirte de verdad, puedo decirte que se acabó todo, que
ya no soporto más mi forma de ser, que no entiendo cómo sigues a mi
lado, que hay infinidad de chicas mejores que yo, más guapas, más
estables emocionalmente, que te pueden aportar más que yo. Tendría hasta
ganas de pegarte, porque no puedo controlar mis impulsos, no puedo ver
más allá de mi rabia e impotencia por no cambiar eso que sé
perfectamente que está mal, gritarte hasta que me quede sin voz, llorar
hasta que me quede sin lágrimas, sin ganas de seguir adelante.
Uno de esos típicos días negros...
"¿Acaso
no confías en mí?" esa frase me desarma, me deja muda de la impresión
que me causa. Ver cómo esa persona en la que confías plenamente, que no
dudas absolutamente nada que va a hacer lo más correcto, te suelte eso
con un tono lleno de tristeza y desolación, pudiendo hasta imaginarte
sus profundos ojos claros clavándose en los tuyos. Ese es el momento en
el que despiertas, en el que te das cuenta de tu actuación tan exagerada
y absurda, dejándote llevar por sentimientos irracionales y sin
sentido, sin percatarte de que hay una persona a tu lado que intenta
animarte y ayudarte. Vuelvo a llorar, esta vez de arrepentimiento,
porque he hecho dudar a esa persona que es tan importante para mí.
"Claro que confío en ti, no puedes dudar de eso", digo
entrecortadamente, entre lágrimas, mocos y temblores.
Me
vuelvo a sentir estúpida, ya no sé ni qué pensar. Me siento fatal por
haberte hecho dudar, porque en realidad de quien dudo es de mí misma, y
no de ti. Siento celos, no sé cómo superarlos exactamente. ¿Acaso soy
tan egoísta de negarte la posibilidad de conocer a otras personas, solo
por aquel deseo de tenerte a mi lado? Eso sí que sería propio de una
persona cruel, y yo no llego a ese estadio de maldad. "No sé qué decir",
puedo susurrar con las fuerzas que me quedan. "No sé qué hacer". Y me
hundo en su pecho, en su cálido y perfumado pecho. Siento su forma, su
respiración, su latido, cómo sus brazos me rodean para consolarme. Su
aliento acaricia mi oído, hace que un escalofrío de placer recorra todo
mi cuerpo, de pies a cabeza.
"Duda
de todo lo que quieras, menos de mis sentimientos", dijo susurrándome
cada palabra en mi oído, cada una de ellas como un suspiro de amor que
me desarmó completamente. Correspondí a su abrazo rodeándole el cuello,
acariciando su cabello, su espalda, mientras no paro de repetir lo mucho
que lo sentía, que no volvería a pasar, que haría todo lo posible por
evitarlo de nuevo. No prometía cambiar, solo controlarme algo más.
Sus
labios se entrelazaron con los míos, un beso que ojalá hubiera sido
eterno. Mi respiración se entrecortó, mis latidos se multiplicaron, las
lágrimas de tristeza dejaron de correr por mis mejillas. Un calor
inundaba todo mi cuerpo, desterraba ese sentimiento de frío desolador,
la vida volvía a mis miembros y de nuevo la luz vencía a la oscuridad
que me rodeaba. Cómo un gesto tan sencillo puede causar eso en mí, es
parte del misterio del amor. Toda mi tristeza se evapora, como si no me
pasara nada, y todo volvía de nuevo a su cauce. Ante estos momentos,
solo podía decir una cosa:
"Te
quiero". No suelo decirlo mucho, porque no tengo la costumbre de
decirlo, pero intento demostrarlo todo lo que puedo. "Por favor, quédate
a mi lado".
Y el día oscuro y frío se vuelve cálido y luminoso...
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