viernes, 30 de mayo de 2014

Soledad... ¿o algo más?



12 de septiembre 2012

Hay días en los que el sol brilla pero una no tiene ganas de salir, ni tampoco de hacer nada. ¿Por qué? Bueno, no es necesario que exista un motivo concreto, al menos que uno sepa a ciencia cierta, para hacer lo que uno hace, o cómo el cuerpo reacciona. A veces lloramos por llorar, no para dar pena a los demás o ante nosotros mismos, sino que en la intimidad de nuestra casa, cuando no hay nadie a tu alrededor, y quieres desahogarte de lo que sea. Cuando el cuerpo se siente mal, siente que hay un peso extra que no puede soportar, reacciona de una forma defensiva, quiere desprenderse de ello, y si es una pena... ¿qué mejor cosa que llorar para sacar todo lo que estamos cargando sin necesidad? Por esto, la soledad no es tan mala como la sociedad te la pinta, es la gran desconocida y temida por todos, pero yo ya no la temo, es más, yo la abrazo y la considero como mi compañera, aunque suene hasta contradictorio. No me acompaña, no me da ningún consuelo, solo siento su presencia, siento cómo me rodea y cómo poco a poco me voy hundiendo en ella, como si estuviera ahogándome en un mar silencioso e invisible, sin tampoco resistirme demasiado.


Cuando camino por la calle y veo a todos los que me rodean, percibo con claridad cómo temen a la soledad, se alejan de ella con los ojos abiertos presas del terror más espantoso, como si vieran un fantasma. Al ir sola, caminando tranquilamente y en la paz de mi única compañía y nadie ni nada más, miradas de compasión o incluso de burla de algunos de los que me rodean. ¿Compasión de qué? ¿Simplemente porque voy sola por la vida? El ser humano cree que estar solo es condenarse, pero casi yo lo veo como una salvación de nuestras almas, o aquello inmortal que tengamos dentro, pues nos protegemos de aquellos biológicamente iguales que nos pueden causar el mayor daño posible. Porque no se puede negar, el ser humano tiene un cerebro y unas herramientas perfectas para hacer el mal a los demás, no porque por naturaleza sea malo, sino que tiene la posibilidad y si puede, lo hace. Hacer eso a los demás a algunos les causa sentimientos de placer, porque ellos tienen el poder de ser malos y causar terribles calamidades a los demás o a una persona en concreto, y ellos están tranquilamente sentados en su casa, o rodeados de cientos de supuestos amigos, sintiéndose los reyes del mundo y a los que nada malo les puede causar; por otro lado, a otros les da consuelo, porque no están en tu pellejo. Ante estas cosas, ¿no es mejor estar solo o sola?

16 septiembre 2012
Ahora ando aquí, escribiendo -siento mucho no haberlo hecho antes, estaba embobada viendo películas-, porque tampoco tengo otra cosa mejor que hacer ahora mismo. Esa soledad sigue conmigo, compartiendo mi vida, y como he dicho en la anterior entrada cada vez la estoy dando más cabida a mi vida. Hasta veo a la gente con mirada extraña, como si no los reconociera, pues cada vez tengo menos contacto con eso que se denomina "ser humano". Sonrío cada vez que pienso que he conseguido superar las barreras del miedo y de la incertidumbre, de tal forma que me siento cómoda conmigo misma, que no me importa hablar conmigo misma de lo que sea, que me veo sola en el espejo y, en vez de romperlo con un puño presa de la rabia, me vea y sonría porque ahí estoy yo, valiente y decidida, a emprender el camino de la soledad.  
Hoy tampoco tengo mucho que escribir, así que lo dejo, y cuando me vuelva la inspiración o las ideas me detendré a escribirlas en mis folios medio arrugados. Tengo que cuidar más mi diario, me da hasta vergüenza. Bueno, solo mencionar que me he despedido del trabajo, porque no me siento cómoda en él y eso implica salir de casa, donde tan a gusto me encuentro. Así que hice una llamada telefónica, y alegando problemas de salud graves -una mentira como otra cualquiera-, me he autodespedido. Me hubiera encantado ver la cara de la secretaria que me atendió, pero puedo imaginar su rostro de sorpresa... o de indiferencia. Será porque no hay gente buscando empleo en estos días.

1 octubre 2012

Al principio me sentía pletórica, como he escrito en otras entradas, pero poco a poco estoy sintiendo que mi cuerpo se entumece, se vuelve lento y torpe, no sé por qué pero es como si me fuera consumiendo poco a poco. Los días ya no pasan tan rápidos y llenos de horas de lectura, escuchar música o dar una simple vuelta por el barrio o ir al gimnasio, obviamente todo sola y acompañada solo de mi sombra. No... ya no me siento sola... siento que "algo" está siempre a mi lado, que nunca se va de mi vera, que esté donde esté tengo esa sensación de que alguien me observa por detrás; cuando me doy la vuelta para pillar al intruso o lo que sea -Dios sabe qué-, no hay nada, simplemente soledad. Cuando es de día no me siento tan incómoda, pero al caer la noche... es todo diferente. Curiosamente la noche, la oscuridad, tiene ese poder de incrementar hasta por el triple todos tus miedos y temores, y cuando me encuentro escribiendo en el ordenador, como ahora estoy haciendo, siento esa especie de "presencia" a mi espalda, como una terrible e implacable guardiana que no me deja en paz, que con su protección poco a poco me va estrujando en un mar de imaginaciones y pensamientos. Mi mente, que no se quedó quieta ante el cambio en mi vida, ha empezado a imaginarse todo tipo de cosas, ante todo sacadas de las películas de terror que había visto: que si fantasmas o espíritus que están deseando tomar mi cuerpo, seres demoníacos que se dedican a jugar conmigo y que se alimentan de mi miedo y de mi soledad.

Ya no tengo tanto aprecio a la soledad, ya no la veo como la salvación de mi alma y la forma de alejarme de todo lo malo que poblaba este mundo. Ha comenzado a desarrollarse en mí una necesidad impetuosa, casi incontrolable, que hasta ese momento no había vivido: la necesidad imperiosa de tener a alguien a mi lado. Claro que yo me había procurado alejarme de todo y todos, por lo que corté el contacto con mis amigos y familiares que, aunque en un principio asustados por mi cambio de actitud insistían en llamarme, la gente se cansa rápidamente de una, y el sonido de mi tono de teléfono o móvil paulatinamente se iba convirtiendo en un eco lejano de relaciones sociales abundantes, de familia y amigos que te quieren y se preocupan por ti. Cualquier que lea esto me dirá, me criticará, diciendo "pues te lo has buscado". Pero yo digo, "¿acaso una no tiene derecho a probar la soledad para curarse de sus heridas y luego salir de nuevo a la luz del sol para que te den una nueva oportunidad?". 

2 octubre 2012

Escribo con tan asiduidad porque me ha pasado una cosa muy extraña, lo achaco más a las alucionaciones fruto de la soledad, pero no deja de causarme un estremecimiento y una gota de sudor frío cae por  mi frente cada vez que se me cruza ese pensamiento por la mente. Pero me armaré de valor para contarlo, aún con la extraña sensación de que alguien me vigila, siempre por detrás y oculto en su invisibilidad, y a plena luz del día para que no me cause tanto pavor.

Me levanté como un día cualquiera, después de ocho o nueve horas de sueño, dispuesta a hacer las tareas correspondientes para la universidad, pues no lo he mencionado antes pero soy una chica muy aplicada. Mientras las tostadas se hacían y la leche se calentaba en el microondas, fui al baño para lavarme un poco la cara y despejarme. Cuando, después de secarme con la toalla, alcé mi rostro... me vi reflejada, esa persona frente a mí era yo misma, pero a la vez no tenía nada que ver conmigo. Era una silueta delgada hasta casi ser cadavérica, con dos cuencas tan hundidas por la pérdida de peso que parecía un esqueleto con una fina capa de piel. Los ojos, las ventanas del alma, mis dos ojos azules estaban sin expresión, sin ese brillo que siempre les ha caracterizado, y con un azul tan blanquecino que parecía que tenía hasta cataratas; mi pelo estaba mustio, sin vida, caía en cascadas muertas, con espacio entre ellas, pues se notaba que se me había caído bastante; y su mano... una mano que era ya hueso directamente, se mesaba los cabellos para arrancarse una buena cantidad de pelos con ella, mirándolos con desdén. Yo, acto reflejo, me toqué el pelo con la mano y en la zona exacta del cabello, como si quisiera imitar sus movimientos en un arranque de empatía hacia ese supuesto reflejo mío. 

La imagen se quedó mirándome fijamente, con una mezcla de tristeza y algo de reproche -o eso me pareció a mí-, y solo abrió la boca para decir una  frase, sencilla, pero llena de contenido, que hizo que mi piel se quedara de gallina: "tú te has hecho esto". Y acto seguido, desapareció, sin dejar rastro, viéndose de nuevo mi rostro joven, con todo en su sitio. Me empecé a tocar la cara casi de forma instintiva, más que nada para asegurarme, mientras pensaba que todo era una simple pesadilla, una alucinación, y que no pasaba nada, estaba bien, tenía buena salud y no tenía que preocuparme por nada.

10 octubre 2012

Después de una serie de días con ansiedad y nerviosismo, puedo ponerme a la tarea de escribir. La verdad es que me encuentro bastante mal, y no sé muy bien qué me pasa. No lo entiendo, yo estoy tan tranquila en casa, después de haber dado una vuelta para despejarme, y me siento casi peor que antes. Me cuesta salir de mi casa, siento que "forma parte de mí", y si me voy de su lado creo que la estoy abandonando, y se pone triste. Cuando estoy en mi habitación, en el salón o en el baño, me encuentro protegida, nadie me puede hacer daño aquí dentro, porque la casa y la soledad me protegen, esa presencia que me arropa todas las noches y cuida de mí como una madre. Casi es infinitamente mejor que mi madre, que pasaba de mí y solo me decía que era la causa de por qué le dejó su novio -que no era mi padre, ojalá-. Ella ya había muerto y yo me convertí en una mujer independiente, ya ansiaba esos aires de libertad y de poder hacer las cosas por mí misma y equivocarme yo y nadie más, sin nadie detrás que me recriminara los fallos.  ¿La música me puede decir "lo haces mal, repítelo? ¿Una buena novela me va a dejar de lado cuando la necesito? ¿La películas se van a ir cuando ellas quieran y no cuando a mí me apetece? Claro que no, son fieles compañeras de verdad, que van a estar conmigo siempre y nada me van a echar en cara. No entiendo a la gente que prefiere salir a la calle para estar con los amigos a quedarse en casa leyendo un buen libro. Este como mucho puede hacerte sangrar -y no es para desmayarse-, o sacarte sentimientos, pero no se va a meter contigo en ningún momento.

Cambiando de tema radicalmente, me ha pasado otra cosa extraña, ahora que lo recuerdo. Quiero olvidarlo, no quiero darle la importancia que no se merece, pero de igual modo me gustaría desahogarme escribiéndolo en unas breves líneas a poder ser. Claro, no hay nadie que me diga que no, soy libre de hacer lo que me plazca. Hoy estaba en el supermercado, y cuando la cajera me dio el cambio, sentí su mano tocando la mía, y un impulso de asco, unas arcadas me recorrieron en cuerpo, con una convulsión involuntaria. Las monedas cayeron en la caja, con su resonante eco metálico, y la cajera me lanzó una mirada de perplejidad, la típica de "pero qué haces", propia de la gente de mi barrio. Yo no la miré, ni la pedí perdón, simplemente la contesté: "me has tocado, y he sentido naúseas". Tomé rápidamente el cambio, seguramente me dejé alguna que otra moneda -no me importa, tengo dinero de sobra porque apenas mis gastos se reducen a luz, agua y gas de lo que tengo ahorrado-, pero sentía tanta vergüenza por lo que había dicho, que roja como un tomate salí corriendo. No sé, mientras escribo esto, lo que me motivó a decirlo, no pensaba ni pienso eso de verdad, pero la sensación de infinito asco por el roce me sigue atormentando con tanta o más fuerza que en ese preciso instante. No puedo evitarlo, y eso es lo que más me preocupa. Bueno, en el fondo no me preocupa, hay una vocecilla que me grita desde abajo, muy abajo... "estás mejor sin ellos". Casi se ha convertido en una filosofía de vida para mí, me la estoy creyendo, pues me la repito todos los días a todas horas: en sueños, cuando me levanto, en las comidas, cuando leo...

14 octubre 2012

Esta tarde vino mi mejor amiga a visitarme, y cuando me vio percibí en su mirada miedo y sorpresa por mi aspecto. Casi no comía nada, por lo que estaba cada vez más en los huesos, y el pelo se me caía con bastante asiduidad; siempre andaba por la casa con una manta de lana, pues siempre tenía frío, y dormía pocas horas y con sueños confusos donde esa especie de presencia me acosaba sin cesar, me calmaba y a la vez me producía el más terrible de los escalofríos, me acariciaba y me provocaba el más profundo dolor. Por la suerte o las casualiades del Destino -cualquiera de las dos son válidas-, ella era psicóloga y trabajaba en un prestigioso centro para tratar pacientes, ganaba bastante dinero, era guapa, tenía un novio con quien formar una familia y una enorme cantidad de amigos que la apoyaban y con los que salía de fiesta. Me tomó de la mano, muy delicadamente, y me dijo "no te preocupes estoy a tu lado".

¡Cómo iba yo a saber que reaccionaría así! La dediqué una mirada de odio infinito, muy profundo, con mis ojos azules pálidos y casi más acordes a un muerto que a un vivo. Llevaba días sin ir al trabajo, comía a base de sobras y cosas que encontraba por ahí, o simplemente bebía agua, pues era la única necesidad que me pedía el cuerpo. Casi no me duchaba tampoco, ¿por qué, si no salía y nadie podía verme? ¿Acaso nos duchamos por necesidad, para estar limpios? ¡Por supuesto que no! Solo nos duchamos y aseamos cuando salimos para no parecer mendigos ante los demás, para aparentar algo que no somos, seres limpios por naturaleza. Me dio asco verla, tan anclada en lo que la sociedad estipulaba correcto: asearse, tener trabajo y pareja, y ante todo estar rodeada, porque no se puede estar sola. ¡Yo he superado todas esas barreras, yo he conseguido lo que nadie ha conseguido, liberarme de la sociedad que te esclaviza y aliena en todos los sentidos! La dije todo eso, mientras alzaba mis manos, como si intentara agarrar algo, presa del mayor de los éxtasis. Ella se quedó callada, con una mirada indiferente -pues el terror en sus ojos duró unos segundos-; yo sabía que estaba analizando cada una de mis palabras, y pronto me daría la razón, se uniría a mis ideales y lo dejaría todo para encontrarse libre de todas las ataduras. Sin embargo, se levantó de la silla, se limpió la mano en el pantalón negro de vestir que llevaba, y solamente me dijo "no sé cómo demonios has llegado a convertirte en esto, pero pronto te faltará dinero y ya veremos cómo te las arreglas".

15 octubre 2012

No dejo de pensar en lo que me dijo mi amiga ayer, he estado todo el día con esa frase metida en la cabeza. No dormí nada, la presencia que estaba a mi lado casi me estaba ahogando, como si intentara alejar esa frase de mi mente, porque me estaba ayudando a despertar poco a poco de mi sopor. Ya no me miraba al espejo con indiferencia, alegre por mi victoria frente a la sociedad, sino que presa del horror más espantoso abría la boca en un contorsionismo casi llevado al extremo por lo que veían mis ojos. ¡Era un cadáver andante, un reflejo real de lo que había visto ese día! Grité todo lo que pude, ahora había abierto los ojos del todo; y tras el grito, un estado de ansiedad bastante agudo, pues mis manos temblaban como si estuviera sufriendo un espasmo o paro cardíaco, y me faltaba aire, tomándolo a grandes bocanadas, como si estuviera en una piscina y no pudiera salir de ella. Intenté salir del baño, pero las piernas no me funcionaban correctamente; con un gran esfuerzo me dirigí a mi habitación, para encerrarme con el pestillo cerrado, como si temiera que alguien o algo me persiguiera y se introdujera conmigo en la habitación. Ahora estoy escribiendo con todo encendido, no puedo dormir, no quiero dormir, porque tengo la horrible sensación de que si me duermo, la soledad me abrazará definitivamente entre sus garras para no soltarme nunca más. 
No sé por qué, pero siento que la casa está enfadada conmigo; ya no me acoge, me pregunta con descaro e ira: "¿por qué ya no estás agusto entre mis paredes? ¿Acaso he hecho algo que te ha molestado u ofendido? Te doy cobijo cuando llueve, hace frío o calor, viento o sol, ¿y me lo pagas sintiendo repulsión por tu refugio? ¿Tengo que recordarte el mal que te ha hecho el exterior, y cómo te he acogido con suaves sábanas y relajantes baños? Eres una desagradecida". 

 22 octubre 2012

No sé cuánto tiempo estuve inconsciente exactamente, lo puedo calcular mirando las fechas de mi diario, pero no estoy en condiciones de calcular ahora mismo; ya me cuesta escribir, me imagino contar. Cuando mis ojos se abrieron me desperté en una habitación de un hospital, medio reclinada y algo confusa, sin saber qué demonios hacía allí. Cuando ya estaba más lúcida, me explicaron que una persona, una mujer, me encontró inconsciente en la cama por la desnutrición que padecía. Llamó a urgencias y me trajeron aquí. Puedo suponer quién fue mi salvadora, pero todavía estoy bastante cansada...

25 octubre 2012

Me he pasado varios días durmiendo, pues mi cuerpo necesitaba recuperar todo lo que había perdido. Ya tengo mucho mejor color, estoy algo más gorda -que lo necesitaba, pues los médicos me dijeron que estaba en el borde de la muerte-, y estoy animada y alegre, no se parecía en nada a esa alegría que vivía cuando estaba encerrada en casa, sino que estaba sintiendo la verdadera alegría en mi ser, en mi cuerpo... y era deliciosa. Me ha visitado mi mejor amiga, aquella que me salvó la vida, y no pude decirla nada, sino simplemente llorar cuando entró por la puerta. La emoción me embargaba, tenía las palabras en la boca pero no podía decirlas, por la afluencia de sentimientos que se agolpaban en mi interior. Ella, con una sonrisa, me dijo que no pasaba nada, no había necesidad de palabras, lo veía todo perfectamente en el reflejo de mis ojos, que ya habían recuperado el color del que siempre me sentía orgullosa. Estuvimos hablando toda la tarde, casi hasta que la echaron porque acababa la hora de visitas y tenía que cenar, cuando me dio una especie de nota y me dijo, con tono severo y misterioso: "encontré esto en tu mesilla, creo que lo escribiste tú, pero no lo tengo muy claro". Y una vez que lo depositó en la mesilla de noche, se marchó. Rápidamente, con mi corazón atenazado por la angustia, agarré el papel con fuerza, como si se me fuera a escapar; era un trozo de papel de un cuaderno, a juzgar por la tipología del mismo, y a bolígrafo estaban escritas unas palabras con caligrafía que no era para nada la mía, con trazo irregular y algo escabroso:

Eres una chica muy desagradecida. Pero no te preocupes, tarde o temprano caerás de nuevo bajo mis atentos cuidados.


Epílogo:
Ha pasado mucho tiempo desde estos acontecimientos. Ahora vivo con unos primos, en una ciudad totalmente distinta para empezar una nueva vida; a veces voy a visitar a mi mejor amiga u otros conocidos -con los que felizmente restablecí la amistad y el contacto-, y en mi nueva vida tengo gente a mi alrededor a la que puedo considerar como mis amigos, un trabajo con un sueldo más que aceptable y compañeros simpáticos y encantadores. Llevo la vida de ensueño que nunca tuve, con mucho esfuerzo y terapia conseguí salir de ese pozo de amargura. Lo que no ha conseguido la ciencia y la medicación es, a día de hoy, que esas palabras anotadas en ese trozo de papel se hayan ido de mi mente, y en ocasiones, cuando tengo algún que otro brote de ansiedad o de tristeza repentina -por desgracia aún me quedan secuelas, pocas pero algunas-, siento de nuevo esa presencia acechando en mi espalda, esperando un momento para atacar y arrastrarme de nuevo a ese abismo de soledad en el que me había zambullido. Ningún psicólogo hasta la fecha ha encontrado la razón a ese pánico que siento hacia la soledad, ni el motivo de por qué me comporté así en su día. 

No volveré  a leer este diario, lo guardaré como un  recuerdo del que aprender, pero nada más. No quiero rememorar el pasado, pero debo acordarme de él de vez en cuando para no volver a tropezar en la misma piedra. Ya tengo suficientes problemas, como no poder tener ningún espejo por la casa o el irremediable sentimiento de no poder estar sola, sobre todo por la noche, por el temor de que ese pensamiento se vuelva a alojar en mi mente; duermo a base de pastillas, mi cuerpo se ha aclimatado a eso y no puedo quitarme esa manía, y además como los niños pequeños no puedo dormir sin una lucecita, aunque sea muy pequeña, porque siento un pánico irrefrenable por la oscuridad. Vivo más o menos feliz, al menos mucho más que antes, pero nunca me voy a curar del todo; nada me puede hacer volver al momento en que empecé a pensar así y cambiarlo. Me arrepiento mucho de ello, pero si hubiera pensado en el arrepentimiento jamás hubiera salido de mi situación. Saber el pasado es valioso si te sirve para un futuro más o menos próximo. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario